
Por Carolina Jaimes Branger en El Nacional
Escribo este artículo después de haber visto el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de Tokio. Estoy literalmente llorando a moco tendido después de haber visto la selección de Venezuela pasar por la pantalla de mi televisor.
43 venezolanos (el número 44, Gabriel Maestre, tuvo que renunciar a la selección de boxeo porque el 7 de agosto tendrá una pelea profesional) representarán a nuestro país. Sus historias hablan de trabajo, esfuerzo, responsabilidad, entrega, sacrificios, orden, dedicación, mística… todo lo que nos hace falta para sacar el país adelante. Quienes desfilaron se ganaron a pulso el cupo para la cita entre los mejores del mundo. Atrás quedaron los años de multitudinarias “selecciones” (que no eran tales, porque en el cuadro final quedaban detrás del perrocalentero que estaba afuera de los estadios… ni siquiera detrás de la ambulancia, porque la ambulancia estaba adentro).
Aquel país rico que podía darse el lujo de tener los mejores entrenadores, simplemente no tenía en sus prioridades formar a sus atletas. Lo que sí tenía era dinero para botar. Ahora que somos un país requetepobre, tenemos quizás una de las mejores selecciones que jamás haya ido a los Juegos Olímpicos.
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