
Por Mitch Smith, Giulia Heyward y Sophie Kasakove en The New York Times
KANSAS CITY, Misuri — Bridget Burke, de 22 años, estudiante universitaria en Míchigan, dijo que le inquietaban los rumores de que las vacunas contra la COVID-19 podrían afectar su salud reproductiva. Bryson Hardy, de 19 años, es originario de Georgia y trabaja como instalador de cables de fibra óptica y aseveró que no le preocupaba contraer el virus por lo que no tenía planes de vacunarse; y Cinda Heard, de 27 años, asistente sanitaria a domicilio en Misuri, comentó que les temía a los posibles efectos secundarios de la vacuna y que solo se inoculó porque su empleador se lo exigió.Las vacunas de Pfizer y Moderna podrían generar una inmunidad duradera, según científicosEL TIMES: Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos.
A medida que la campaña de vacunación en Estados Unidos se ralentiza y las dosis se quedan sin utilizar, de repente ha quedado claro que uno de los mayores obstáculos para la inmunidad masiva será convencer a los adultos jóvenes escépticos para que se vacunen. En los últimos días, las autoridades federales han expresado inquietud por los bajos índices de vacunación entre los estadounidenses que se encuentran en los últimos años de la adolescencia y los veintitantos, y los han culpado del fracaso casi seguro del país para alcanzar el objetivo del presidente Joe Biden de administrar al menos una dosis inicial al 70 por ciento de los adultos antes del 4 de julio.
Sin embargo, el sencillo argumento de convencimiento para las personas mayores (que una vacuna podría salvar su vida) no siempre funciona con los veinteañeros sanos que saben que tienen menos probabilidades de enfrentar las consecuencias más graves de la COVID-19.
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