
Alfredo no tenía ánimos para levantarse de la cama. Le confesó a Carolina que no quería vivir, pero apaciguaba ese pensamiento con su fe en la virgen del Socorro, la patrona de Valencia. Alfredo Fermín era el reportero más longevo del El Carabobeño, ejerció ahí por casi 50 años. Le diagnosticaron una depresión severa cuando dejó la reportería de calle y la redacción, a propósito del declive que vivió el periódico que se imprimió a diario durante 83 años. La versión impresa de El Carabobeño cerró como consecuencia de la crisis del papel prensa en Venezuela y se redujo al mínimo para subsistir en la esfera digital.
En las tardes, cuando batallaban por mantener el periódico en circulación, Alfredo cruzaba la redacción y se sentaba en la oficina de Carolina, mientras ella jerarquizaba las noticias de la primera página del impreso que circularía al día siguiente. Él le preguntaba con insistencia si por la escasez de papel prensa los obligarían a cerrar el periódico. Ella le contestaba que hacían todo lo posible para que no desapareciera este rotativo que era el referente informativo más importante del centro del país.
Cuando comenzó el confinamiento en Venezuela por la pandemia del coronavirus, Carolina González, la jefa de redacción de El Carabobeño, dejó de trabajar desde la sede del periódico por un tiempo, pero no dejó de atender a Alfredo. Aunque ella no era una de sus amistades más antiguas y de mayores confidencias, por tres años lo visitó todos los días y se encargó de su tratamiento médico.
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