
Caracas. Aquel jueves 3 de diciembre en la mañana, nadie en la familia de Oswaldo Cisneros imaginó que la tristeza por la muerte del magnate terminaría convertida en asombro. Desde el lujoso escritorio jurídico Tinoco, Travieso, Planchart y Nuñez, donde se dio apertura al testamento, algunos herederos asistieron compungidos, de negro cerrado, vía zoom: en la pantalla estaban desde la viuda Mireya Blavia de Cisneros en Panamá -acompañada por su abogado Silvestre Tovar y rodeada por la mayoría de los hijos que adoptó con Cisneros-, hasta las hijas del empresario, Maritza, María Ella y Claudia, conectada junto a su esposo Andrés Capriles.
En otra pantalla aparecían también dos de los directivos de sus empresas y, por supuesto, Ella Fontanals, la segunda esposa de Oswaldo y madre de tres hijas del empresario, Claudia, Maritza y María Ella. Aunque Maritza es hija del primer matrimonio de Fontanals, pero también fue adoptada por el multimillonario. Eso que llaman una familia extendida y que, hasta ahora, parecía llevarse bien. O al menos disimulaban sus diferencias.
Pero cuando la lectura llegó a la Cláusula Séptima, donde Cisneros dejaba en manos de dos Albaceas Testamentarios la administración de la herencia, se desató la guerra que, como todas las guerras, se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminarán. Y la de los Cisneros está en pañales: por un lado quien inició la pelea, la viuda Mireya Blavia – casada en Capitulación de Bienes y quien no hereda nada- y sus seis hijos adoptados, dos de ellos menores de edad, quienes sí aparecen como herederos en el testamento. Por el otro lado pugnan las hermanas Claudia, María Ella y Maritza Cisneros Fontanals mientras en alguna esquina de este complicado ring está el Seniat -que ha calculado la herencia de Cisneros en más de 10 mil millones de dólares para quedarse con el 30%- y, por si fuese poco, la hija biológica Claudia Cisneros, quien decidió abrir su propio frente de batalla para impugnar, ella sola, la adopción de todos los hermanastros, lo que podría incluir a Maritza. Es decir, hijos de sangre versus hijos adoptados.
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