
Por Alberto Barrera Tyszka
Es narrador y ensayista venezolano.
“Cuando te la pongan, vas a sentir como si tuvieras un súper poder”, me dijo un amigo. Para él, fue un evento casi sobrenatural. Como si la marca de su vacuna hubiera sido Marvel. No estaba protegido: ahora era indestructible. A mí no me pasó lo mismo. Pero por supuesto que sentí alivio, tranquilidad, al saberme en buena medida inmune ante la letalidad del virus.
Recibí las dos dosis de Pfizer dentro del programa implementado por las autoridades de Ciudad de México. La organización y la ejecución del plan vacunación en una de las metrópolis más grandes del mundo ha sido impecable y, sin duda, contrasta con un gobierno central cuyo manejo de la pandemia ha resultado errático y contradictorio: desde la negación inicial de la crisis por parte del presidente López Obrador, hasta el enorme subregistro en las estadísticas oficiales de muertes. En medio del caos, la jefa de gobierno de la capital mexicana le ha dado orden a la esperanza: una vacuna al final del túnel.
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