
La maldad y el resentimiento son tan útiles como el talento para ejercer la política, desde esa pervertida visión que se consagra sistemáticamente a la maña facilona y miserable de etiquetar al oponente, en vez de centrar esfuerzos en torno al noble trabajo exigente y sin término que hay detrás de la procura del bienestar para todos.
“Estar en el lado equivocado de la historia” es una de las etiquetas favoritas que les endilgan esos operadores políticos a sus contrarios.
¿Cuántos lados tiene la historia?, me pregunto, porque la historia del comunismo –considérese a título de ejemplo–, es una sola, no tiene otro lado ni dos aceras: la historia del comunismo es la historia del exterminio.
Se trata de la concreción de una estrategia que resume el curso de la vida en los extremismos, en un plan para amalgamar seguidores sumisos que les da mucho rédito. Su imaginario produce los extremismos buenos y los extremismos malos: no puede existir el uno si no existe también el otro.
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