
Un texto de Luis Carlos Díaz para The Washington Post Press Freedom Partnership (original en inglés)
Ser periodista en Venezuela es vivir la mayor crisis humanitaria y migratoria del continente, además de una contracción económica superior a la de Siria durante la guerra. Es vivir con salarios mínimos de menos de un dólar al mes. Se hace periodismo en un entorno de despedidas y pobreza. La muerte de la democracia significa silencio y censura en los medios de comunicación que quedan activos.
Comunicar en Venezuela es no tener periódicos para publicar, porque el gobierno le niega papel a la prensa, ni espacio en televisión para reportar la realidad. Es tener páginas web bloqueadas y tuiteros encarcelados. Es convivir con la mayoría de la población desinformada y recibiendo mentiras oficiales.
Ser periodista en Venezuela es tener colegas hostigados, exiliados o detenidos. Es ser torturado en un centro clandestino ante un retrato de Hugo Chávez o ser interrumpido en la radio con discursos oficiales mientras intentas hacer tu trabajo. Es que haya juicios abiertos que son eternos para silenciar a los justos. Es lidiar con una dictadura que miente, siempre miente, y bloquea el acceso a información pública, presupuestos e indicadores fiables. El aparato de propaganda persigue a la crítica y viola el derecho a saber.
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