
Por Pam Belluck en The New York Times
A Braden Wilson, de 15 años, le asustaba la COVID-19. Tenía cuidado de usar cubrebocas y solo salía de su casa, en Simi Valley, California, para sus citas con el ortodoncista y las visitas a sus abuelos que vivían cerca.
No obstante, el virus alcanzó a Braden. Le ocasionó un daño despiadado en forma de un síndrome inflamatorio que, por razones desconocidas, afecta a algunos jóvenes, por lo general varias semanas después del contagio de coronavirus.EL TIMES: Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos.Sign Up
Los médicos del Hospital Infantil de Los Ángeles conectaron al adolescente a un respirador y a una máquina de derivación cardiopulmonar, pero no pudieron evitar que sus órganos principales se deterioraran. El 5 de enero, “declararon oficialmente que tenía muerte cerebral”, relató su madre, Amanda Wilson, entre sollozos. “Mi hijo se había ido”.
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