
Por Alonso Moleiro en La Gran Aldea
Luego de pasarse dos años asistiendo a espacios televisivos y radiales para arengar sobre el significado trascendente del voto; de haber pactado con Nicolás Maduro las condiciones de las parlamentarias como único interlocutor admitido, y de hacer lo posible por escamotear los intentos de las fuerzas democráticas para procurar la reconquista del Estado de derecho, los dirigentes y políticos de la inefable Mesa de Diálogo Nacional tendrán que verse las caras con una clara derrota política.
Como ya ha sucedido antes, es probable que se nieguen a aceptar que hay algo que no están haciendo bien: Responsabilizarán de nuevo a los partidos que decidieron no participar del magro balance final, presumiblemente por promover la abstención. Estarán listos, entonces, para completar el círculo del sofisma: Nos llamarán otra vez a votar. El problema no son ellos: Son “los abstencionistas”.
La fantasía electoral
Aunque con frecuencia formulan llamados al realismo pragmático, debe quedarnos claro que parte integrante de la corriente ciudadana “votemos como sea” -esa que Ibsen Martínez caracterizó como “el fundamentalista del voto”-, está presa en su propia fantasía: El delirio del voto en dictadura.
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