
Por
Es colaborador regular de The New York Times.
CIUDAD DE MÉXICO — Fue un rumor fuerte. Se decía que el joven líder de la oposición venezolana se encontraba escondido en la residencia de un diplomático europeo. Las autoridades mandaron a cortar los servicios de agua, electricidad y gas en la casa del embajador de Francia en Caracas, mientras algunos oficiales del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) cerraron varias calles e impidieron el acceso a esta vivienda. El gobierno francés tuvo que intervenir para que cesara el acoso. Sin embargo, eso no ha detenido al chavismo. “El señor Juan Guaidó no se salva de esta”, sentenció unos días después Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro y alta dirigente del partido oficial.
Todo forma parte del mismo proceso que comenzó el 23 de enero de 2019, cuando Juan Guaidó, como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, denunció la ilegítima reelección presidencial de Maduro y se proclamó como presidente encargado del país. Guaidó convocó a Venezuela a recorrer una ruta que consistía en el “cese de la usurpación”, la instalación de un “gobierno de transición” y la realización de “elecciones libres”. Sin embargo, todavía no se ha logrado superar el primer paso.
Ahora la esperanza parece haberse evaporado. La situación socioeconómica está mucho peor y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) acaba de declarar que la directiva opositora de la Asamblea Nacional es nula e ilegal. La usurpación continúa y amenaza con ponerle fin a Juan Guaidó.
Lee más en The New York Times