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El autor es médico venezolano.
MARACAIBO, Venezuela — La pandemia de COVID-19 es la gran crisis global de salud de este siglo. Las personas infectadas aumentan cada día exponencialmente. Y también el número de muertes. Los gobiernos, parece, no estaban preparados para esta emergencia: los países más ricos han actuado poniendo en cuarentena a ciudades y regiones enteras y dando más recursos a sus sistemas de salud. Y, aún así, no se ha logrado contener al virus.
¿Qué esperanza queda para países que ya estaban en crisis antes del coronavirus? Ese es el caso de mi país, Venezuela. Yo soy solo un médico intensivista sin militancia partidista, y creo que la emergencia que estamos por enfrentar demanda menos política y más solidaridad.
La situación de Venezuela es inusual. Desde hace casi una década, mi país vive una crisis política. El país lleva poco más de un año con dos presidentes: Nicolás Maduro —designado por el extinto líder socialista Hugo Chávez— y Juan Guaidó —líder de la Asamblea Nacional y reconocido como presidente encargado por más de medio centenar de naciones—. No es lo único que está bifurcado en Venezuela: toda la vida, incluso los aspectos más cotidianos, está polarizada entre chavistas y opositores. Son dos bandos que no admiten detractores o críticos y cuyos distintos intentos de negociación y diálogo han fracasado sin llegar a acuerdos.
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