El 8 de enero de 2020, Fabricio Acosta se mudó de Barquisimeto a Caracas. Junto con él viajaron su esposa Aurelia y sus dos hijos de 9 y 7 años de edad, cansados de sufrir las consecuencias de los cortes eléctricos que afectan a diario a la Ciudad de los Crepúsculos como parte de un plan de racionamiento implementado por el Gobierno nacional.
Abandonar su apartamento no fue una decisión fácil para Acosta; sin embargo, era más difícil observar el deterioro de su calidad de vida y arrastrar en ese declive a su familia, sin tener a la mano una solución menos complicada.
“Cerca de las siete de la noche, en el Este de Barquisimeto suspenden el servicio de luz todos los días. Las interrupciones tardan dos, cuatro o seis horas, como mínimo. Es decir que sumado a las consecuencias que ocasiona estar a oscuras, uno ni siquiera puede organizarse para sobrellevar la situación”, cuenta.
Los días sombríos de Acosta comenzaron el 7 de marzo de 2019 cuando se registró el apagón eléctrico más largo de la historia de Venezuela, debido a una falla en la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, ubicada en la Represa El Guri, en el estado Bolívar. Algunas zonas del país permanecieron sin luz entre cinco y siete días y Caracas fue la prioridad del Gobierno para restablecer el servicio.
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