“Nadie quiere ser productor”, sentencia Nicolás Celis con un gesto serio. En una esquina de la habitación hay una pizarra con varios papeles, números de teléfono y un par de referencias a Alfonso Cuarón. Un estante con premios delata la oficina donde trabaja uno de los productores de cine más importantes de México. Celis lleva casi una década cimentando un camino que lo ha llevado de Cuernavaca a Venecia, de producciones en el centro de la Ciudad de México al departamento de La Guajira en Colombia.
Dentro de la industria del cine los reflectores suelen dirigirse a los actores, el director o hasta el cinefotógrafo, pero rara vez se analiza exhaustivamente el trabajo de un productor, aún cuando de ellos depende la realización de una película. En este oficio hay una suerte de aforismo que dice así: cuando el trabajo se hace bien, no debería de notarse.
Al pedirle a Celis una descripción de su trabajo en términos llanos, él responde: “Partiendo de una idea, guión, o escaleta, es hacer que una película suceda”.
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