El País | Detenciones masivas y lavado de cerebro: los documentos secretos de la represión china contra musulmanes

1574585084_949708_1574606359_sumario_normal_recorte1.jpgEn una sola semana, la que transcurrió del 19 al 25 de junio de 2017, el Gobierno chino identificó como «sospechosas» de extremismo a 24.412 personas de su minoría musulmana. 706 acabaron en la cárcel. Otras 15.683 recalaron en lo que Pekín denomina eufemísticamente “centros de educación ideológica y entrenamiento profesional”. En estos campos de internamiento, un agujero negro de la represión del régimen chino contra la etnia uigur, los reclusos entran sin juicio previo y permanecen al menos un año, hasta que culmina su “transformación ideológica”.

Se trata de operaciones masivas, vigentes en la actualidad, que se desarrollan bajo el más estricto secreto gracias a un macrosistema de vigilancia y procesamiento de datos personales. Los detalles, incluidos en una serie de documentos confidenciales intercambiados entre altos funcionarios de la administración del Partido Comunista de China (PCC), orientan sobre la magnitud de la represión a la que la segunda potencia mundial somete a esta población musulmana residente en Xinjiang, una región en la franja noroeste del país.

Alrededor de 11 millones de uigures residen en la zona, de vital importancia en la nueva ruta de la seda diseñada por Pekín. Es la etnia predominante en la frontera oeste del gigante asiático; en el resto del país, la mayoría de ciudadanos chinos, así como los cuadros de poder del régimen comunista, pertenecen a la etnia han. A unos y otros les separan geografía, cultura, rasgos y, sobre todo, religión. El traslado forzoso de miles de ciudadanos han a la región derivó en una pérdida de peso de los uigures, hoy menos de la mitad de la población, y en una escalada violenta entre etnias en 2009. Perdieron la vida alrededor de 200 personas. Como apunta Nicolás de Pedro, jefe de investigación en el Institute for Statecraft de Londres, “la llegada de los han generó una tensión que se escenificaba hasta en lo más básico: se tiraron casas uigures para hacer hueco a los edificios chinos de varias plantas. Y se les pintaba como grupo de fanáticos terroristas, insistiendo en la diferencia religiosa”.

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