Prodavinci | Historia de dos hermanos por Indira Rojas

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La primera vez que Denis durmió en la calle tenía 14 años. Se tumbó sobre pedazos de cajas para no apoyar la cara en el suelo. Le daba asco. El frío lo hacía temblar y se cubrió con otro cartón, pero fue inútil. No frenaba el viento ni le daba calor. Enrolló el cuerpo como un cachicamo, llevando la cara al pecho y las rodillas al estómago. Tenía tanta rabia que le dieron ganas de llorar. Lo único que le gustaba era que la noche a la intemperie no era oscura ni silenciosa como en casa. Los postes de luz estuvieron encendidos hasta la madrugada. Los carros retumbaban al pasar, los borrachos reían y podía escuchar la música de los bares. Denis pensó que el ruido espantaba a los fantasmas. Nunca había visto uno, pero les tenía miedo. Cuando ya estaba dormido, llegaron los espantos; le pegaron un corrientazo en el estómago. Abrió los ojos de golpe y vio sombras. Levantó la mirada y había hombres uniformados. Otros niños le habían dicho que no se dejara agarrar por la policía. “¡No puedes estar aquí!”, le gritaron. Sintió otro corrientazo y comenzó a llorar. Denis no tenía a dónde ir.

*

Mamá Dayana cuidaba a los niños. Papá Carlos vendía café en las calles de Charallave. Vivían en la casa que él había construido. Denis llamaba al lugar “la parcela”, porque le daba vergüenza decir que vivía en un rancho. Vivían hacinados y el techo estaba caído de un lado.

Dayana y Carlos tenían nueve hijos, cuatro niños y cinco niñas. Denis es el mayor de los varones, moreno y delgado como su padre. Cuando estaba en la escuela era uno de los mejores alumnos en la clase de Matemáticas. Su madre lo ayudaba con las tareas y le aconsejaba leer y practicar sumas, restas y multiplicaciones.

El único problema en la escuela eran las peleas. Algunos compañeros pateaban su pupitre cuando se concentraba. Otros le lanzaban bolitas de papel a la cabeza. Si Denis los acusaba con la maestra y no les llamaban la atención, se levantaba de su puesto y peleaba. “Gracias a Dios nunca le partí el brazo a nadie. Si fuera así, no me aceptarían en ninguna escuela”.

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