Los neoyorquinos vivimos encimados, por lo que resulta natural que a veces estamos desbordados en la calle. Sucede sobre todo en las temporadas de calor, cuando hasta los muros de los apartamentos parecen sudar.
Hay muy pocos jardines privados en la ciudad, así que, para evitar reunirnos donde hay que subir escaleras, en un sótano húmedo o en habitaciones calurosas, salimos a la calle.
En los cinco distritos de la ciudad, los neoyorquinos se acomodan en su cuadra con sillas de patio, piscinas pequeñas, juegos inflables para niños y mesas llenas de comida, para disfrutar juntos del verano. Todo el día hay música, risa de niños que juegan y el sonido de la carne en el asador. No se permiten autos.
De acuerdo con un artículo de The New York Times de 1923, la tradición de reunirse frente a las casas para convivir con los vecinos data de la década de 1860. Para mediados del siglo XX, la costumbre había florecido para convertirse en una celebración hecha y derecha.
Lee más en The New York Times