Por JORDI PÉREZ COLOMÉ en El País
Hasta ahora nos identificaba nuestro nombre, un número de DNI, un número de teléfono, una dirección postal o de email. Bastaba con ocultar estos detalles en una base de datos para que no pudiera vincularse una serie de informaciones con su propietario. Ya no.
El reguero de datos que dejamos más la capacidad de almacenarlos y tratarlos hacen que sea cada vez más sencillo identificarnos individualmente a partir de lo que hacemos o somos. El anonimato ya no depende de que alguien averigüe nuestro nombre o teléfono. Ahora nuestro comportamiento o identidad puede desanonimizarnos.
El anonimato ya no depende de que alguien averigüe nuestro nombre o teléfono. Nuestro comportamiento puede desanonimizarnos.
Las oficinas de censo, hospitales o empresas comparten muestras anonimizadas de sus inmensas bases de datos por transparencia o para estudios y comprobaciones. El pequeño tamaño de la muestra hacía difícil que esa información acabara vinculándose a un individuo.
Lee más en El País